Sobre mí

Periodista y Kakapó

Me llamo Eduardo. Soy humano, lo cual es una putada, pero al menos quiere decir que figuro en una posición alta en la cadena alimenticia.

Cuando la gente suele preguntar cuáles son sus animales espirituales, muchos se relamen el ego diciendo que son leones, tiburones, tigres o águilas. A mi me encantaría ser un oso, por aquello de pasarse el otoño con una dieta hipercalórica para luego hibernar todo el invierno y despertarse en primavera marcando abdominales. Sin embargo lo más probable es que fuese una vaca con EEB: pasota, sensible, facilmente estresado, pesado, presa, con un toque de locura. 

O ya puesto, mas bien, sería un Kakapó: Un loro curioso, que desde hace tiempo perdió el don de volar, se paraliza ante el miedo, son vulnerables a infecciones respiratorias y hacen ruidos raros. Hay que aceptarse como es. 

De pequeño, quise ser paleontólogo. Y aparte de fascinarme por aquellas criaturas gigantes que anduvieron por nuestro planeta aprendi algo valioso: analizar los fósiles de organismos antiguos, nos permite conocer la evolución y la historia de la vida en la Tierra. 

Sin embargo, esta pasión por la paleontología no se remite solamente a conocer la historia del planeta. A menudo conduce a una mayor conciencia y preocupación por la conservación de la naturaleza y la protección de las especies actuales.

Los fósiles son una prueba tangible de la diversidad biológica que ha existido en la Tierra, pero también de cómo la extinción puede afectar a la vida en nuestro planeta.

La comprensión de estos cambios pasados puede ayudar a prever cómo los cambios actuales y futuros en el clima y el medio ambiente pueden afectar a la vida en la Tierra, y recordarnos que la vida en la Tierra es preciosa y única.

Debemos hacer todo lo posible para protegerla y preservarla para las generaciones futuras.

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